¿Por qué usas mascarilla? ¿Para protegerte? ¿Para proteger a los demás? ¿Para no matar a tus abuelos? ¿Para que no te miren mal? ¿Sabes exactamente qué razones reales y comprobadas hay detrás de su uso?
Primera posibilidad: lo haces para protegerte del virus
Pensamos que la mascarilla nos protege de un peligro, que, como un polvillo flotante, circula por el aire y podemos aspirar en cualquier momento. Más allá de considerar lo peligroso que puede eso tratándose de un virus que la mayoría de la gente pasa con síntomas leves, deberíamos pensar un poco mejor para que nos castigamos llevando un trapo en la boca que nos impide respirar con libertad. Oímos hablar de la transmisión aérea y nos sugiere una imagen de partículas víricas infectantes flotando en el espacio que nos rodea. Por tanto, parece lógico llevar algo que haga de filtro, y que mejor que una mascarilla, si los sanitarios las usan, será por algo ¿no?
Por otra parte imaginamos que el malvado virus puede desplazarse por el aire como una pequeña mota de polvo, escuchamos a políticos como el señor Revilla, diciendo que el aire de Europa nos trae el virus, que claro, como “flota” en el aire viene arrastrado por las corrientes. O a la señora Ayuso dando lecciones de biología básica, y sin ruborizarse decir que “el virus está en todas partes”. Si está en todas partes, estará en el aire, concluimos.
No hay teoría más acientífica. Si esto fuera cierto, hace ya mucho tiempo que todo ser humano en el planeta se hubiera infectado no una, sino varias veces. Y eso implicaría que nuestra inmunidad ya habría hecho de barrera para acabar con la transmisión. Si eso fuera cierto, por tanto, hace mucho tiempo que no tendría sentido el uso de ese intento de protección que es la mascarilla. Y si eso fuera cierto, ninguna mascarilla nos hubiera impedido jamás respirar el virus, ya que siendo partículas tan pequeñas atravesarían cualquier poro o resquicio. Simplemente entrarían con el mismo aire que respiramos.
No, la ciencia no dice que podamos contagiarnos de un virus aspirando un virus flotante del aire de la calle. Y la física deja claro que no sería posible protegernos de eso con una mascarilla, necesitaríamos una máscara antigás.
¿Qué significa entonces eso de la “transmisión aérea? Y ¿en qué se basa la recomendación de la mascarilla?
Los virus son cadenas de material genético rodeadas de una especie de cápsula protectora hecha de proteínas. Puede que sean seres vivos, aunque muchos biólogos defienden que no, pero lo que sin duda no tienen es capacidad de generar su propia energía, ya que no tienen actividad metabólica propia. No pueden vivir fuera de la célula que colonizan más que un breve lapso. De hecho, pueden permanecer en superficies, pero sin ningún tipo de actividad, salvo que estén en el interior de células que contiene algún fluido animal, por ejemplo saliva o sangre. Viven mientras permanecen en el interior de células vivas. Nunca fuera. Así es como viajan por el aire, mientras viven las células que pueden estar incluidas en esas gotitas de saliva. Pero por un periodo muy limitado de tiempo, porque no disponen de mecanismos para fabricar energía que les permita sobrevivir.
Pues eso es la transmisión aérea, que el virus podría trasladarle por el aire incluido en gotículas de saliva, no que pueda volar como un mosquito. Y esas gotículas, ya sean gruesas o finas permanecen suspendidas unos breves instantes, hasta que caen al suelo o son disueltas por la masa de aire que las rodea. Estas partículas de saliva en ambientes ventilados desaparecen rápidamente, ya ni hablemos en el aire de la calle, donde la masa de aire y las corrientes las dispersan y disuelven casi al instante. Para el que no se lo crea, se aconseja repasar la física de la ESO antes de seguir.
No se puede transmitir el virus solo respirando (si, hay un catedrático de inmunología que dijo esta barbaridad, pero esto es otra historia, de como la gente inteligente perdió la capacidad de razonar a causa del pánico irracional). A menos que pensemos que podemos transmitir enfermedades infecciosas telepáticamente, claro, mientras gritamos viva la ciencia, creemos en la ciencia.
La supuesta utilidad de la mascarilla como herramienta preventiva, y siempre en situaciones concretas, se basa en estudios que muestran que el virus puede quedar suspendido un rato en partículas de saliva en una habitación de 3x 3 cerrada y sin ventilar ( y es lo máximo que se ha demostrado a nivel experimental) Así que, en realidad, solo seria útil en ese caso. A pesar de saber eso, algo ampliamente admitido, sin demasiada reflexión se hicieron inferencias de ese hecho asumiendo cosas como que uno puede contagiarse si pasas caminando a menos de un metro de una persona o incluso respirando el aire de la calle. Es como concluir que si, al freir huevos o patatas que desprenden agua, puede saltar el aceite hasta a un metro de distancia y producir quemaduras al cocinero, cada vez que pase al lado de una sartén un de un huevo a menos de un metro me salpicará aceite hirviendo y por tanto debo llevar una protección de amianto que cubra todo el cuerpo. Y a esa actitud la llamaríamos “cuidarnos” y “tener sentido común”. Llevar mascarilla por la calle no protege de contagiarte de ningún virus. No, tampoco la FPP2.
Segunda opción: La llevas porque eres responsable
El uso de la mascarilla, por lo que fácilmente se deduce, es más para evitar contagiar a alguien que para evitar contagiarte. ¿Es por eso que llevas una mascarilla por la calle, llueve o nieva? ¿Tratas de proteger a los demás de pasarles el virus? Quizá evite que contagies a alguien si al cruzarte con esa persona tienes la tentación de escupirle en la cara. Si no es así, no proteges a nadie.
¿Quieres más razones? Pues ya que estamos miremos a la ciencia. Hace años que se usan mascarillas, se han hecho estudios antes y durante la pandemia. Antes de 2020, las agencias sanitarias no recomendaban el uso generalizado de mascarilla, ni siquiera en una pandemia respiratoria grave. Los médicos no la usaban salvo en el quirófano o al limpiar una herida que pudiera contaminarse. Y por cierto, más que nada para evitar la transmisión de un tipo de bacterias En su plan estratégico de 2017, la CDC de los Estados Unidos señaló que su uso podría ser recomendable (nunca obligatorio) tan solo a enfermos con síntomas, personas que tosen La OMS en su plan de 2019 señalaba: “no hay evidencia de que las mascarillas sean efectivas para reducir la transmisión de la gripe”. Los estudios mostraban que su uso generalizado no resultaba eficaz, existiendo un sólido consenso en que los perjuicios de una utilización permanente y abusiva superarían ampliamente sus muy escasos beneficios.
Más allá del evidente absurdo de llevarla cuando no vamos a interaccionar con nadie en un espacio cerrado, su utilidad general para evitar transmisión de enfermedades respiratorias no está demostrado. La evidencia de los estudios en modelo real, como se hizo en Dinamarca, apunta a lo contrario, a que no evita las transmisiones en la comunidad.
Llevar mascarilla por la calle no te hace más responsable, solo genera una ilusión de protección. Y, tal y como señaló algún político, como Ximo Puig, nos recuerda que estamos en pandemia.
Parece que se trate más de hacernos sentirnos vulnerables. De otro modo, ¿Cómo podrían imponernos normas con tan escaso aval científico a su antojo?
Tercera opción: La llevas para que no te miren mal. no es para tanto, es solo una mascarilla
No solo no es una protección, es un instrumento de despersonalización y de tortura cuando se emplea de manera constante. Por eso es utilizado en centros de retención en los que se pretende anular la voluntad de los presos, como sucede en Guantánamo. De hecho, no ver el rostro de los demás anula la empatía, reduce el bienestar, produce sensación de aislamiento y falta de respuesta a estímulos externos La sensación de cara tapada reduce la profundidad de la respiración, eso incrementa en nuestro sistema de alarma la sensación de estar en peligro. Se trata de una percepción a nivel inconsciente pero muy real para el cuerpo, que como consecuencia dispara respuestas de adaptación que, mantenidas en el tiempo, nos enferman.
Los niños, especialmente frágiles, necesitan el intercambio emocional que supone ver el rostro y las expresiones de los demás para su correcto desarrollo y aprendizaje. Durante dos años esto se les ha negado sistemáticamente. Y no ha sido gratis.
Se produce un habituamiento, una adaptación, pero eso no quiere decir que nuestro cuerpo recupere la salud perdida, sino que se coloca en modo de supervivencia, se adapta a vivir en condiciones perniciosas mientras dure el castigo al que le sometemos.
Algunas experiencias muestran un aumento de retención de CO2 en la sangre con el uso prolongado de la máscara, sobre todo si es FPP2 y en personas mayores o con problemas respiratorios produce un deterioro gradual del estado de salud. No solo no supone “cuidarse”, es una manera de enfermar.
Si de verdad fuéramos responsables, autónomos y siguiéramos a la ciencia, hace tiempo que habríamos abandonado el uso de la mascarilla, sobre todo al aire libre. Pero preferimos mostrar nuestra sumisión a los intereses y caprichos de políticos, que no siempre quieren nuestro bien. Quizá ha llegado la hora de madurar.
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